Cuando abrí este blog (2009) posteé al respecto de un tema que me interesa y me incomoda por igual. La timidez en las despedidas y en los encuentros. La indefinición, los nervios, el no saber “estar ahí” cuando dices hola o adiós. A mí me gusta la gente que no sabe despedirse. Punto, no hay más que decir.
Bueno, sí: hay otros gestos que me gustan mucho y -según mis propios principios estéticos (ya se sabe, como dijo Marx: “si no le gustan mis principios, tengo otros”) -dan siempre en el clavo a la hora de la afinidad con las personas. Mi afinidad para con las personas, vull dir.
Eso. Eso mismo. Sostener una taza de café o de té. Sostener una taza, al fin y al cabo.
Dirán, “eso está tirado”, pero es casi un arte, y a mí me fascina.
Gente que no sabe coger tazas, gente que aprieta tazas con fuerza y mal gusto, gente que las sostiene con dos manos como si se les fuera a escapar, gente que las lleva medio colgando, a punto de caérseles, gente que no equilibra la fuerza y hace que todo se desmorone, gente que ofrece poca confianza cuando se te acerca con una taza caliente, gente que podría bailar swing con una taza de té hirviendo, gente que parece sentir asco al aguantar tazas, gente que evita el brazo de la taza a sabiendas, gente que bebe sorbiendo de la taza mientras camina (típico de big boss de los ochenta mientras firma doce contratos con multinacionales por el pasillo de su oficina rodeado de seis secretarias y dos asistentes pelotas), gente que bebe de pie y sitúa su taza como a la altura del cuello (osea, gente que agacha la cabeza para beber, ¡para que un líquido que está en un recipiente llegue a tu esófago desde más debajo de tu boca!), gente que bebe con el brazo levantado en ángulo recto y parece salida de un vídeo de Kraftwerk, gente que bebe a sorbos cortos, a sorbos largos, mientras fuma, mientras habla, mientras fuma y habla, mientra fuma y habla y no deja de hablar de la misma mierda de siempre.
La gente que sostiene tazas como Paul Newman en esta foto me cae bien.
¡Qué chorrada, tot plegat!
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