Me encanta cuando en una reunión importante, una presentación o una conversación con altos cargos alguien mete la pata. Pero a lo grande, una metida de pata descomunal, fuera de lo normal. Un descuido elevado a la enésima potencia, un desliz en el peor momento, una de esos lapsus linguae que tu subconsciente decide soltar cuando menos procede. Repito: me encanta. Y hoy ha ocurrido. Y el ángel que ha pasado por la estancia creo que hasta se ha echado unas risas. Y el cuadro que había expuesto se ha convertido en una mancha, el escritor que ha salido mencionado se ha transmutado en otro, la canción que hacía de banda sonora ha hecho ¡pof! porque el disco se ha rallado. Y yo me he reído mucho por todo ello. ¡Cuánto arte hay en las buenas intenciones y la mala gestión!
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