Y seguimos con más filmografía de Bergman: "Sonata de otoño" (1978).
Aplaudo fervorosamente esta dura película que me descubre a una madura Ingrid Bergman (¡nunca la había escuchado hablar su idioma materno, el sueco!) sacando lo mejor de sí misma en una interpretación magistral, de las que te dejan clavado en la silla. Le sigue a la zaga Liv Ullmann, que interpreta a su hija, y demuestra lo versátil que puede llegar a ser un solo papel en un filme que es casi una obra de teatro shakesperiana.
Nada más y nada menos que el encuentro de una madre con su hija después de siete años de silencio. Ni siquiera es amor-odio, que se dice por ahí. Es toda la vida mal llevada, mal enfocada, mal planteada.
¿Realmente se tienen hijos por las ganas de tenerlos, o hay una presión social más fuerte de lo que pensamos? ¿Cómo quiere una madre a un hijo, y al revés? Estamos hablando de cosas muy serias aquí, de responsabilidad ante tu prole, de saber estar ahí, de dar vida y acompañar esa vida. Película que remueve tus adentros, desde luego.
Con una agudeza psicológica de primer orden, Bergman vuelve a meter el dedo en la llaga de las relaciones paternofiliales, de las relaciones humanas al fin y al cabo. Me fascina cómo está filmada la película: cámara casi quieta, casi como si fuera una espía de los hechos. No participa pero escucha y analiza, no se mete en las habitaciones pero mira muy adentro de los personajes. Hay escenas que parecen cuadros de
Friedrich o de
Vermeer, hay paisajes noruegos oníricos, caras contrahechas, gestos torcidos, lloros, risas, reproches, gritos y susurros que anticipan
cierta película de
Haneke y
algunas otras más de otros directores. Bergman dirige un cine humano. Demasiado humano.
Mención especial a las piezas de piano que conforman las sinfonías del film:
Preludio nº2 en La Menos, de Chopin
Suite nº 4 en MiMenor, de Bach
Sonata en Fa Menor, Opus 1, de Handel