domingo, 2 de enero de 2011

Fanny och Alexander


He comenzado el año viendo "Fanny y Alexander" y me ha conmovido poderosamente.
La idea de la infancia como la edad vital para situarte en el mundo, esa familia maravillosa con esas comidas y cenas y festejos, el miedo de un niño ante la muerte. El castigo. La imaginación y la fantasía. El teatro. La películas es maravillosa, y la serie original para televisión aún más.
Me ha gustado especialmente -y no creo que chirríe en absoluto, como algunos han dicho- el episodio de los hermanos en la casa de su tío, especialmente fantástico y que remite a los cuentos centroeuropeos, con autómatas, magia y un personaje fanscinante llamado Ismael. La necesidad de un niño de imaginarse una realidad paralela a la más mundana, la que vivimos todos, me ha deslumbrado. La verosimilitud deja paso a la fantasía por...por necesidad. Una película donde fantasía y realidad se entrecruzan, más autobiográfica de lo que podamos creer (Bergman es Alexander a todas luces) y filmada por la mano de un maestro. Bergman, siempre recomendable.

"La prerrogativa de la infancia: moverse sin dificultad entre la magia y el puré de patatas, entre el terror sin límites y la alegría explosiva. No había más límites que las prohibiciones y las normas, unas y otras eran sombrías, la mayoría de las veces incomprensibles"

"Era difícil distinguir entre lo que yo fantaseaba y lo que se consideraba real. Haciendo un esfuerzo podía tal vez conseguir que la realidad fuese real, pero en ella había, por ejemplo, espectros y fantasmas. ¿Qué iba a hacer yo con ellos?"

"Cuando era niño veía el alma parecida a un fantasmal dragón azulado que volaba como un inmenso ser alado, mitad pájaro, mitad pez. Pero, por dentro, el dragón era todo rojo"


Fragmentos extraídos de "Linterna mágica", Ingmar Bergman, Ed. Tusquets, 1987.

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