El culo parece condenado a sustentar su existencia en la oscuridad, como si fuera el clochard entre las partes del cuerpo. Es el idioma real de la familia. Sin embargo, sería un milagro si esta oveja negra del cuerpo no tuviera su propia opinión sobre todo lo que pasa en las regiones superiores, igual que a menudo los desclasados echan la mirada más atenta a la gente de las clases altas. Si la cabeza trabase conversación sólo una vez con su antípoda, entonces éste sería el primero en sacarle la lengua, si es que tuviera. (…) En los retretes de todos los países de caballeros, está en su casa. La internacional de los culos es la única organización que abarca el mundo, organización que renuncia a estatutos, ideologías y aportaciones de sus miembros. No tiene que apelar a su solidaridad. Jugando, el culo vence todas las fronteras, a diferencia de la cabeza, para la que las fronteras y las posesiones significan mucho. Sin objeciones se acurruca en esta o aquella silla. A un culo no corrompido no le impone especialmente la diferencia entre un trono y un retrete de cuclillas, un banco o una santa sede. Incluso puede ser el suelo, si no quiere estar más de pie, una vez cansado. Esta inclinación a lo elemental y a lo fundamental predispone al culo particularmente a la filosofía. Él registra bien los matices, pero no se le ocurrirá darles tanta importancia como a las cabezas orgullosas que por la ocupación de sillas se golpean hasta la sangre. Jamás pierde de vista aquello de lo que en última instancia depende todo: el suelo firme.
"Crítica de la razón cínica", Peter Sloterdijk, Madrid, Editorial Siruela, 2003.
No hay comentarios:
Publicar un comentario