Sí, es el año Poe y todo eso. Otto disfruta mucho con Poe, pero recuerda vagamente sus historias, como si las hubiera leído afectado por alguna fiebre tropical o durante algún sueño extraño. De hecho, las dos veces que Otto ha entrado en un quirófano siempre ha elegido Poe para las -siempre breves, lucky me- convalecencias. ¿Por qué? No tengo ni idea, pero no puede leer otra cosa postrado en cama con sudores, alucinaciones y gente desconocida visitándole. Porque cuando uno recibe visitas después de haber sido intervenido, todos son desconocidos de un modo u otro, ¿no?
Otto se compró hace poco un tebeo con selección de relatos de Poe. Si preferís, una “novela gráfica” con adaptaciones de algunas de las “Narraciones Extraordinarias”. El cómic es bonito y ciertamente hay algunas historias bien hilvanadas y mejor dibujadas. A destacar “The Pit and the Pendulum”, adaptada por el gran Jamie Delano (“Hellblazer”) y dibujada por Steve Pugh (“Predicador”), en su estilo más Corben posible. También está “The Fall of the House of Usher”, que adapta un tal Dan Whitehead y pinta y colorea un tal Shane Ivan Oakley, que es como un Eduardo Risso pero con la mitad de gracia. Aunque la más interesante sin duda es “The Tell-Tale Heart”, reescrita por Jeremy Slater y sabiamente ilustrada por una debutante llamada Alice Duke, a quien debemos seguirle la pista. Ah, y el prólogo, claro, escrito por -redoble de tambor- Roger Corman, que dice cosas como “This anthology takes a completely different, and highly effective, approach. The writers and artists have recast the tales for a modern audience, applying Poe´s themes to contemporary conflicts and moral ambiguities.” Y Otto se pregunta: ¿Hay conflictos contemporáneos realmente? ¿No ha habido siempre los mismos conflictos, Sr. Corman? ¿Tengo demasiada fiebre hoy también? No debí tomar una segunda taza de té. Dammit.
Nota 1: Va, en serio, yo he leído una historia de Poe que hora no encuentro en ningún sitio y me estoy poniendo nervioso. La explico a amigos y no la recuerdan. Iba sobre un tipo que lo único que hacía era mezclarse entre la muchedumbre de una ciudad, sumarse a la masa, seguirla y luego abandonarla. Nada más. Era precioso. El narrador era otro tipo que seguía al primero, expectante, pensando que al final haría alguna locura. Pero no, sólo le gustaba sentirse arropado por el calor de la gente. Si alguien lo recuerda, por favor, que tenga piedad y me diga el título.