Decía Degas que pintar un cuadro era como planear un crimen. Nunca los hombres que meditan demasiado llegan a tomar decisiones capitales, pero a Otto le gusta ver a esos jugadores de ajedrez en los parques o en las aceras de las plazas, rodeados de curiosos que nunca sabe si entienden la jugada o es que simplemente disfrutan viendo a otros hombres concentrados en alguna estrategia arcana. O las cartas, esas partidas eternas entre señoras de alta enjundia de novelas de Zola o Galdós. Me gusta verlas jugar mientras intecambian miradas furtivas y tratan de sonsacar información de las cejas de su contrincante, una leve subida de hombro o un rictus torcido. Las personas concentradas en algo me gustan. Las personas concentradas en un juego me gustan más.
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