Hace trece años escribí la que pensaba sería mi primera novela, una suerte de engendro angst con asesinato a lo Raskolnikov, escapada a lo Peckinpah y final terrible y risible a lo...bah.
Se titulaba "El hedor de la tranquilidad", y venía a decir que cuando las cosas marchan bien, hay que estar atento. A que marchen peor, claro. Siempre peor. Y entonces vas creciendo y te das cuenta que claro que van a peor, pero también cambia tu mirada. Por lo que "peor" pasa a ser otro concepto y la vida se mira desde otro prisma. Pero a lo que voy: cuando las cosas van a peor suelo subirme a un tejado y dejo la mente en blanco. El no-pensar en las alturas reconforta. Claro que también he subido a tejados cuando las cosas van bien, siempre por si acaso. Y es que los tejados son lo mejor para todo. TODO. Si alguien me busca y tarda en encontrarme, aquí una pista más que clara.
Se titulaba "El hedor de la tranquilidad", y venía a decir que cuando las cosas marchan bien, hay que estar atento. A que marchen peor, claro. Siempre peor. Y entonces vas creciendo y te das cuenta que claro que van a peor, pero también cambia tu mirada. Por lo que "peor" pasa a ser otro concepto y la vida se mira desde otro prisma. Pero a lo que voy: cuando las cosas van a peor suelo subirme a un tejado y dejo la mente en blanco. El no-pensar en las alturas reconforta. Claro que también he subido a tejados cuando las cosas van bien, siempre por si acaso. Y es que los tejados son lo mejor para todo. TODO. Si alguien me busca y tarda en encontrarme, aquí una pista más que clara.
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