Hoy me duele la cabeza. Mucho. Y me he mareado. He sudado algo frío, he temblado, me he apoyado en la pared como un personaje de una mala película, he vuelto a mi cubículo y he recuperado mi medio-estado normal.
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Y sí, tengo que admitirlo. Cuando a uno le duele la cabeza y al resto no, pues hay un momento en que se desea repartir/propagar/regalar un poco (a veces un mucho) ese dolor. Ni que sea unos segundos. ¡Mi dolor de cabeza para los demás!
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