(SPOILER ALERT)
Hay algo en esta película que apesta. Algo poco creíble o simplemente mal contado.
Jeff Bridges y Maggie Gyllenhaal están bien, y Robert Duvall se sale, pero hay algo que no encaja. Las historias de alguien venido a menos que gracias al amor se redime deben tocar más fondo, deben hacernos creer que esa transformación es necesaria, es la única. Aquí todo queda esbozado, mal esbozado. Jeff Bridges -que tampoco es para darle el Oscar- parece que avista el final del túnel desde lejos y entonces da media vuelta. ¡Nooooooo! Para dar media vuelta ante el horror vacui hay que estar casi al final del túnel, con los pies metidos de lleno en el barro , con ninguna noción de que hay otra salida. Maggie Gyllenhaal -que tampoco es la mejor actriz del mundo- cubre el expediente pero adolece de tensión dramática. Quizá el director se exceda enseñándonos lo bien que canta "Bad Bridges Blake" (casi 1 hora y media de la peli va de esto) y luego se da cuenta que le queda poco metraje y lo resuelve todo en diez minutos, quizá no sabe contar historias, quizá no se ha redimido nunca de nada. Quizá todo a la vez.
Una lástima, porque no hace mucho en "The Wrestler" , otra mala-buena película, Mickey Rourke sí (y no sólo por su desmoronamiento físico) tocaba fondo y nos daba lástima, nos creíamos sus ganas de redimirse con cierta vida vivida, se veía el camino que debía y no podía seguir. Pero este cantante de country nunca parece estar en la antesala del infierno, se desintoxica en menos que canta un gallo y consigue un nuevo contrato discográfico tan pronto compone su mejor canción, nacida del nuevo día que vislumbra cuando el alcohol ha desaparecido de sus venas. Por favor, señores, la vida -afortunadamente- no es tan fácil.
Gracias señor director Scott Cooper, por no terminar con momento "chico vuelve con chica ahora que estoy limpio". Eso ya hubiera sido de denuncia.
Hay algo en esta película que apesta. Algo poco creíble o simplemente mal contado.
Jeff Bridges y Maggie Gyllenhaal están bien, y Robert Duvall se sale, pero hay algo que no encaja. Las historias de alguien venido a menos que gracias al amor se redime deben tocar más fondo, deben hacernos creer que esa transformación es necesaria, es la única. Aquí todo queda esbozado, mal esbozado. Jeff Bridges -que tampoco es para darle el Oscar- parece que avista el final del túnel desde lejos y entonces da media vuelta. ¡Nooooooo! Para dar media vuelta ante el horror vacui hay que estar casi al final del túnel, con los pies metidos de lleno en el barro , con ninguna noción de que hay otra salida. Maggie Gyllenhaal -que tampoco es la mejor actriz del mundo- cubre el expediente pero adolece de tensión dramática. Quizá el director se exceda enseñándonos lo bien que canta "Bad Bridges Blake" (casi 1 hora y media de la peli va de esto) y luego se da cuenta que le queda poco metraje y lo resuelve todo en diez minutos, quizá no sabe contar historias, quizá no se ha redimido nunca de nada. Quizá todo a la vez.
Una lástima, porque no hace mucho en "The Wrestler" , otra mala-buena película, Mickey Rourke sí (y no sólo por su desmoronamiento físico) tocaba fondo y nos daba lástima, nos creíamos sus ganas de redimirse con cierta vida vivida, se veía el camino que debía y no podía seguir. Pero este cantante de country nunca parece estar en la antesala del infierno, se desintoxica en menos que canta un gallo y consigue un nuevo contrato discográfico tan pronto compone su mejor canción, nacida del nuevo día que vislumbra cuando el alcohol ha desaparecido de sus venas. Por favor, señores, la vida -afortunadamente- no es tan fácil.
Gracias señor director Scott Cooper, por no terminar con momento "chico vuelve con chica ahora que estoy limpio". Eso ya hubiera sido de denuncia.
¡Toma redención!
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