miércoles, 27 de mayo de 2009

Weird morning

Otto sale hoy de casa a las 9:00h. de la mañana para asistir a una reunión en la otra punta de la ciudad una hora después. Otto se dirige hacia el metro y se percata, en el momento de validar el billete, que ha olvidado su cartera. Se da media vuelta con prisa y se encamina hacia casa. Pero -oh, fortuna- también ha olvidado las llaves. Otto no puede entrar en casa y no tiene manera de conseguir otra copia de llaves hasta al menos dos horas después (L. R. estaba en práctica de coche at that time). La incertidumbre, la tontería y el ridículo hacen que Otto decida llamar a amigos para ver si le cobijan un rato en sus casas. Como uno tiene muy buenos amigos, le ofrecen acogida sin titubear, pero entonces Otto rechaza amablemente. ¿El motivo?

Otto ha pensado: ¿Cuántas oportunidades tiene uno de pasear por una ciudad en horario no comercial (80% de las tiendas cerradas a esa hora), sin llaves, sin papel ni lápiz, sin dinero, sin documentación? 


Y así lo ha hecho. Otto se ha pateado el barrio de arriba abajo. Y le ha entrado una morriña extraña. Ha visto tiendas que no recordaba que existieran, ha buscado otras en vano, ha percibido olores intensos, ha visitado un pequeño parque oculto en un patio interior no privado, ha sonreído a algunas personas que compraban en los mercados, se ha encontrado a dos conocidos (“¿qué haces por aquí?, nada, deambulando, ah, adiós, adiós”) y como colofón final del periplo, ha sido atacado por una paloma. Sí, sí, una paloma se ha cagado en el hombro derecho de Otto. Así, just like that, paf, chof, cataplof. ¿Debía Otto haberse quedado en casa? Pues quizá sí. 



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