En ocasiones Otto se siente un poco como las chicas de la imagen.
Como si incluso estando en el concierto, prefiriese verlo y disfrutarlo desde lejos.
Como si, por razones que se me escapan, me prohibiera vivir las cosas de cerca.
Como si estar distanciado del ojo del huracán me mantuviese alerta.
Como si hubiera que estar alerta...
Recuerdo -y perdón por la regresión- participar a regañadientes en la obra teatral de fín de curso (8º de EGB), algo de Moliére, creo. Tenía tanto pavor a participar que decidí encargarme de las luces, rogando a la profesora de interpretación que me concediera ese tan poco deseado puesto.
¡Qué bien estar ahí detrás, manejando palancas y siguiendo un guión a rajatabla!
Bastante tiempo después -cómo son las cosas- me sigo sintiendo más cómodo ahí, encendiendo luces, dándole brillo a momentos reseñables, bajando la intensidad ante dramas que no lo son tanto, fundiendo a negro desde la cabina.
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