El miedo es una cosa muy curiosa. Hay personas que tienen mucho, personas que no tienen casi y personas que aseguran no tener. El miedo de los niños es fascinante. Mientras unos se asustan de la oscuridad, otros penetran en ella temerarios. Hay miedicas, miedosos, asustadizos, monstruosos. Hay niños que dan miedo sin hacer nada y niños que se asustan por nada. Niños que contagian miedo y niños que lo ahuyentan.
También el miedo al miedo es interesante. Imma Monsó lo llama fobofobia, y un personaje de su última novela la padece. Ahora que lo pienso, el pesado de Churchill ya había dicho aquello de “The only thing we have to fear is fear itself”.
Ayer recordé que en mi casa familiar yo tenía miedo del pasillo. Un pasillo de siete metros y medio, poca broma. Bueno, no del pasillo itself, de lo que había al final del mismo. De lo que yo creía que había. Muchas veces pretendía no asustarme y me encaraba sereno ante ese final de pesadilla, ese oscuro fondo del que surgirían sin duda engendros dignos de Lovecraft. Aprendí a correr mucho en ese pasillo…
Creo que hay que sentirse orgulloso de los miedos.
También el miedo al miedo es interesante. Imma Monsó lo llama fobofobia, y un personaje de su última novela la padece. Ahora que lo pienso, el pesado de Churchill ya había dicho aquello de “The only thing we have to fear is fear itself”.
Ayer recordé que en mi casa familiar yo tenía miedo del pasillo. Un pasillo de siete metros y medio, poca broma. Bueno, no del pasillo itself, de lo que había al final del mismo. De lo que yo creía que había. Muchas veces pretendía no asustarme y me encaraba sereno ante ese final de pesadilla, ese oscuro fondo del que surgirían sin duda engendros dignos de Lovecraft. Aprendí a correr mucho en ese pasillo…
Creo que hay que sentirse orgulloso de los miedos.
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