lunes, 19 de abril de 2010

Isidre Monés es uno de los ilustradores más versátiles que conozco. En su web se puede ver la gama de estilos y géneros que ha cultivado a lo largo de toda su carrera. A unos les puede gustar más su vertiente más “publicitaria” o infantil/juvenil, otros preferirán su vis más tenebrosa. Monés, aunque muchos no lo sepan, es parte del imaginario gráfico de la generación que nacimos a mediados de los años setenta del pasado siglo. Muchos hemos pasado tarde enteras pegados a juegos de mesa dibujados por él, muchos hemos tenido padres que leían con fruición el “Club del misterio”, todos cambiábamos cromos con sus dibujos y algunos teníamos la suerte de robar los “Creepy” del cajón más oculto de nuestros primos mayores para maravillarnos con sus lozanas vampiresas. Monés es un ilustrador importante, un autor con muy buen gusto y mucho bagaje. Tiene oficio, conoce todas las técnicas y nunca deja de documentarse (más de 300 libros publicados le avalan). Influenciado por toda la generación de sus contemporáneos –desde Moebius a Battaglia, o Beá- Monés afirmo que nunca se interesó por los superhéroes, cosa curiosa viniendo de una generación que en algún momento acabó dedicándose única y exclusivamente a ese género.

Curiosidades: a Monés le chifla Kafka, le gusta la música progresiva de la década de los setenta, le encantan las locomotoras y se desvive por los paisajes derruidos. Si algún día veis a un ilustrador barbudo con cara de ilustrador barbudo merodeando por el granero de un vecino, la estación de autobuses olvidada de la aldea más perdida o el túnel de la Engaña, es Monés sin duda.

Más curiosidades: ¿alguien recuerda aquél juego de mesa llamado “El imperio cobra”? ¿Y “El templo de cristal”? Síp, son suyos.

Por cierto, su hijo también dibuja.


Clasicazo de la estantería del padre de Otto, ilustrado por Monés.


El juego "Misterio", de Cefa, clasicazo de las tardes de sábado en casa de Otto. Made in Monés.

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