lunes, 7 de junio de 2010

Knock Knock Knock

Domingo extraño el de ayer. Resaca, siesta, resaca y dos timbrazos extraños. Me levanto, abro la mirilla y aparece un tipo que no conozco de nada. Un ojo. Miro su ojo porque él mira el mío, o eso creo yo. Silencio, casi me veo reflejado en su ojo. Momento Escher. No digo nada, no dice nada. Me retiro hacia atrás, el parquet cruje. Me congelo. No sé si el tipo sigue allí. Vuelvo al sofá.

Media hora después. Ding dong. Esta vez abajo. Salgo a la ventana y no hay nadie. Me acerco a la puerta ya por el camino del parquet que sé que no cruje. Abro la mirilla. No hay ojo, está negro. ¿Lo habrá tapado con la mano? Me imagino un disparo a través de la puerta, me agacho por si el tipo calcula darme en el vientre. Ja, ja, fallaste, bastardo. Me quedo arrodillado treinta segundos. No hay ruido. Me levanto y mis rodillas hacen "crack". Supero el miedo y vuelvo a levantar la mirilla. Un tipo baja la escalera. ¿Un vecino o el personaje de hace un rato?
Cómo detesto las resacas y las siestas y los domingos estúpidos, solitarios, arrastrados.

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